domingo, 21 de septiembre de 2008

Ahora que queda clara la necesidad y la oportunidad de la intervención de los poderes públicos, el debate se centra en para qué.

Lo dice Bush en Estados Unidos y así lo tituliza elEconomista "Bush defiende el alto precio del paquete de medidas contra la crisis financiera" y así Expansión "El plan anticrisis costará a EEUU más de 700.000 millones de dólares" y lo dice en España el presidente de la CEOE y así lo titula el país "Si no se toman medidas, las empresas caerán una tras otra". Los únicos que no se enteran son Rajoy y Montoro cuyas "medidas" o habría que decir sus "no medidas", como los mandamientos de la Ley de Dios, se resumen en dos: 1.- menos presencia económica del Estado -bajada de impuestos y reducción de gasto público" y 2.- desregulación -de los mercados de materias primas, del mercado laboral, de horarios comerciales,..., etc.-; no se enteran que la discusión, cincluso la discusión ideológica se encuentra en otro lado.

La discusión ahora se centra en si los poderes públicos deben intervenir para hacer de "seguro de pérdidas" de las empresas, normalmente de las grandes corporaciones que son las que hacen ruido al caer, pero que la "primas" la pague los contribuyentes o, los poderes públicos deben intervenir regulando para proteger a las pequeñas empresas contra las posiciones de dominio de las grandes, como monopolios, oligopolios y competencia oligopolista, contra especuladores aprovechando su posición de dominio en mercados muy imperfectos, intervenir regulando y protegiendo al consumidor ante la desfachatez y la "caradura" de empresas que engañan en sus productos en cantidad, calidad y precio tales como bancos, eléctricas, telefónicas, grandes superficies comerciales, promotores de viviendas y otras, sus acciones cotizan en bolsa y son mayo propiedad de un reducido grupo de inversores, o, por otro lado, intervenir economicamente para invertir en las grandes infraestructuras, en la sanidad, en la educación,...etc, en todo lo que se debe mancomunar por estar dirigido al consumo o uso y disfrute de la comunidad .

En realidad, aceptada la bondad y la necesidad de la intervención del Estado, en lo que se centra el debate es si lo que hay que hacer es premiar y dar cobertura a los grandes exitosos porque se lo merecen, porque pertenecen a una élite, más lista, más fuerte, más trabajadora, más disciplinada, mejor administradora y lo han demostrado ganando dinero, mucho dinero, ¡ah! y son muy buenos porque crean puestos de trabajo, dan trabajo incluso a muchos que no se lo merecen o por el contrario proteger e incentivar la iniciativa de los pequeños, de los débiles para generar red de tejido productivo de pequeñas y medianas empresas, cooperativismo y otras formulas de economía social para mancomunar y aprovechamiento de economías de escala, para garantizar una sanidad pública y gratuita, una educación pública y gratuita, una protección social, una protección al consumidor, regulaciones encaminadas a equilibrar las imperfecciones del mercado, en definitiva, una economía social de mercado encaminada a una mayor equidad y justicia social . Porque, para qué sirve la economía, para premiar a los "buenos" y disciplinados y castigar a los "malos" y perezosos, o procurar mayores cotas de bienestar al conjunto de la comunidad.

Por cierto, hablando de "buenos" y "malos", la Iglesia Católica debería reflexionar sus planteamientos políticos y sociales para lo cual les recomiendo el ingenioso artículo publicado en elEconomista titulado "Los siete pecados 'capitales' de la gran banca".

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